25 de junio. 21:00.
Las sombras se ciernen sobre Barcelona, prometiendo una perfecta noche de verano. Las plantas parecen crecer y espesar, las nubes se persiguen por el cielo, un cisne solitario picotea el camino de arena y, en la lejanía, dos chicas están delante de uno de los edificios más reconocidos de la Exposición Universal de 1888: el Umbráculo, en el Parc de la Ciutadella.
—Confío en ti —repite, por enésima vez, la morena—. Si yo no puedo, Seelie, tienes que llevarles las fotos a la asociación. Estoy segura que les servirá perfectamente como ejemplo de la invisibilización de la asexualidad.
—Sí, sí, Roser, lo sé. Lo que no sé es qué esperas que pase.
—Yo tampoco mucho.
Con un encogimiento de hombros, la rubia se apoya en la pared del edificio y observa, silenciosa. Roser está montando su cámara, trípode y demás parafernalia, apuntando a una zona del parque en la que no hay nadie ni nada. Pero su amiga insiste, así que Seelie espera, en su noche libre, a ver qué está planeando.
—Vas a contarme qué está pasando, ¿verdad?
—¡Listo! Mira, ven, aquí, pero con cuidado, no te acerques más que yo. Mira, aquí, justo.
Roser está indicando un tenue círculo de crecimiento más alto de la hierba. Es ligero, casi imposible de ver, pero su dedo se mueve con decisión, como si creara ella el círculo con su voluntad en lugar de estar encontrando las desperdigadas pistas.
—No sé qué tengo que ver —replica Seelie.
—Claro que lo sabes. ¡Es un anillo de hadas! No es temporada de champiñones, así que el baile de las hadas ha traído un mejor crecimiento de la hierba en esta zona.
—¿Y qué pretendes hacer? ¿Fotografiarlo?
—Obviamente, voy a entrar.
—Pero Roser, si entras en un círculo de hadas, les perteneces.
—Precisamente.
25 de junio. 10:00.
La falta de sueño se refleja en las caras de todas las (pocas) personas en el café, incluyendo a Roser. Aunque suele ser madrugadora, a veces la vida imposibilita un buen descanso. El café ayuda; sólo a medias. Ayudaría poder hablar con alguien, pero Selma está ocupada trabajando.
—Perdona, ya sabes cómo es esto. Normalmente no hay clientes, pero ahora que quieres hablar conmigo van a llegar todos los ingleses de resaca queriendo un café y, especialmente, oscuridad —se disculpa, corriendo de una mesa a la otra.
Lo cierto es que tiene razón. Si algo tiene El Bosc de les Fades, es oscuridad. Las tinieblas se alargan desde la vegetación, las luces tartamudean desde sus escasos apoyos y la totalidad del recinto es un café en un bosque. Un bosque lleno de hadas, por supuesto: pequeñas, con caritas inocentes o pícaras, aladas, vestidas con los colores de las flores. Porque ésa es la temática del local: las hadas de las flores.
—Es curioso, cómo ha cambiado el concepto de “hada” a lo largo de la historia —comenta, de vuelta tras la barra, Selma. O, como indica su uniforme, Seelie.
—Sigues siendo capaz de leerme la mente, veo.
—Algo te preocupa, Roser. ¿No habrás vuelto a tener problemas por tu asexualidad?
—Oh, no, esta vez no tiene nada que ver. De hecho… Tú sabes mucho sobre hadas.
—Bueno, trabajo aquí —bromea Selma, o Seelie, encogiéndose de hombros—. Pero si te refieres a la corte de verano, algo sé. Por ejemplo, sé que nunca piden favores sexuales, que probablemente muchos casos se podrían considerar asexuales, que te tratarían bien… —El final de la frase casi no se oye, puesto que ha empezado la tormenta.
La tormenta es un hecho recurrente en el programa de luces y sonidos del bosque, pero pilla por sorpresa a varios turistas, especialmente a la mesa de jóvenes resacosos que empiezan a gritar. Aprovechando la excusa para no hablar, Roser se convence a sí misma de que su amiga no ha estado, básicamente, vendiéndole la corte de verano, es decir, las seelie faerie, como una salida a sus problemas. También se convence de que Seelie no puede haber preparado conscientemente esa interrupción.
—En realidad —continúa, una vez la situación se ha calmado—, estaba pensando en los changelings.
—Oh, esa excusa medieval para matar a bebés neurodivergentes, dices.
—Algo me suena de eso, sí. Es lo que estuviste estudiando, ¿no? Como vuestras condiciones se diagnosticaban mal.
—Puedo pasarte algunas fuentes cuando llegue a casa —comenta Seelie, secando una taza y colocándola en su sitio—. Hay bastantes estudios sobre la asociación entre autismo y mitología feérica. Pero ten cuidado, ya sabes que en nuestra época hubo muchos intentos de secuestros infantiles.
Una familia de franceses entra en ese momento en el café, dejando a Roser sumida en los recuerdos. Concretamente, en los recuerdos de sus madres hablando del pánico causado por una comadrona al intentar llevarse a Roser.
24 de junio. 23:00.
Las rejas del Parque de la Ciudadela cierran a las diez y media, pero aquí está Roser, media hora más tarde, aún en el medio del parque. Concretamente, en la glorieta. Todo su peso histórico, toda su memoria consagrada a recordar el terrible asesinato. El esfuerzo de intentar crear una fotografía correcta, a favor de los derechos de las personas transgénero, es probablemente lo que le ha llevado a trasnochar.
—Venga, pa’lante como los d’Alicante. Llega a la reja, sal, vete a casa a dormir. Que sabemos que te hace falta —se susurra, empezando a andar hacia la puerta norte e, idealmente, el metro.
Sus pies recorren los conocidos senderos serpenteantes mientras su cabeza vuelve a su rompecabezas personal: el mes del orgullo se acerca y es hora de empezar a preparar las exposiciones acerca de todas aquellas identidades invisibilizadas. Y la que tiene menos clara es, como siempre, la suya. Quizá Roser habría llegado a alguna conclusión, pero entre la frondosa oscuridad del parque surge una luz cálida y múltiple, y automáticamente vuelve a sacar la cámara.
Es a través de la lente que Roser observa el círculo de alegres danzantes. Le es imposible entender la procedencia de la iluminación, pero es cierta la presencia de un círculo de baile entre la diversidad natural que rodea el umbráculo. Le suena recordar, de alguna amistad interesada en “la magia pagana”, que es posible que el 24 de junio se considere la noche del solsticio de verano y, por lo tanto, una noche mágica. Quizá tenga algo que ver.
Con la cámara enfocada y la visión mejorada, es fácil creer en la magia. Los bailarines, si bien cuentan todos con unas proporciones adecuadas, no son humanos. Son etéreos, son gráciles, pero también tiene una cualidad que les hace parecer más naturales que todo aquello a su alrededor. Tampoco es Roser capaz de negar que la luz parece provenir de los propios bailarines, o que estos parecen no conocer la gravedad. El disparador de la cámara no hace ruido mientras fotografía su nuevo descubrimiento, con mimo y temor. Nunca toma fotografías sin permiso, pero ¿acaso le darían permiso para siquiera estar presente en esta ceremonia?
El baile avanza y, mientras las hadas entran en un frenesí en el que se abandonan a su obra, Roser les dedica retratos individuales. Todas caras esbeltas, perfectas, radiantes. Todas caras diferentes, de todas las facciones y las estéticas, de todas las edades y géneros… Y la última, la cara de su amiga, Selma.
FIN
- Este relato forma parte del Reto de Escritura #Origireto2020, organizado por Stiby, de Sólo un capítulo más, y Katty, de La Pluma Azul de KATTY.
- Este relato, de 1221 palabras, corresponde al objetivo principal 12. Usa tu relato para dar visibilidad a algún colectivo minoritario.
- También cuenta con la aparición de la Criatura del Camino (objetivo secundario 2): V. Hadas.
- Objetivos anuales:
- Este relato tiene a dos protagonistas femeninas, dando 6/3 para Rosa Insolente.
- También pasa el test de Bechdel, siendo 5/2 para Sororidad.
- Tiene representación LGB[T]+ o de minorías, siendo 5/3 para Tríada.
- Está centrado en la crítica social, dando 1/1 para Inconformista.
- Es un relato de fantasía, cumpliendo 5/2 para Doble Dragón (4/1 relato de fantasía y 1/1 de cifi).
- Dentro de la fantasía, se ubicaría en la fantasía sobrenatural y en la fantasía urbana, cumpliendo 4/6 para mi objetivo personal: Escribir 6 relatos de diferentes subgéneros dentro de la fantasía.
- Podéis encontrar el resto de mis entradas para el #Origireto2020 aquí.