No es cada día que se puede ver un triacóntero en el Mar Mediterráneo. Obviamente, en la época del esplendor de Atenas, sí. No por algo era una de sus embarcaciones más conocidas, especialmente por el uso de remeros-guerreros y su sangrienta historia. Pero eso es para otro día. Hoy en día, no es normal ver un triacóntero. Especialmente uno en el que no se ven remeros. Para eso, necesitas varias bendiciones. Y por suerte, yo he sido múltiplemente bendecida. Tanto en sentido literal como figurado. Aunque no me molestaría llevar algo más abrigado que una túnica de sacerdotisa, especialmente en este clima horrible. ¿Cómo lo hacían los antiguos?
—Oye, Ari, deja de mirar las musarañas. Estamos acercándonos al sitio, tienes que prestar atención y localizar la isla.
La voz, tan indignante como puede ser, proviene de mi compañera de viaje. Xenia. Mi bendición figurada y probablemente mi maldición literal. Aún no estoy segura de la última. Gracias a ella estamos navegando, pero esta misión es mía y es mi deber llevarla a cabo.
—Perdón, perdón. Igualmente, no veo nada —susurro, más para mí misma que para ella, acercándome a su posición de capitana—. Honestamente, tú tienes tantas capacidades para ver la isla como yo.
—Una isla desaparecida durante mucho tiempo que sólo puede verse con la bendición de Atenea, claro. Y yo tengo esa bendición.
—Quiero decir, la tienes.
—No.
Me mira un poco de soslayo, la mayor parte de su atención aún centrada en el mar, en el barco y en todo lo que necesita hacer para que estemos surcando las olas, pero aún y así sus ojos son como imanes. Creo ver, durante un momento, un arcoíris atravesarlos, pero supongo que será un reflejo de mi gargantilla, el único enser personal que he logrado conservar con mi atuendo de sacerdotisa. “Te mantendrá anclada al presente, y a ti misma”. Eso dijo.
—A ver, que no lo sepas es una cosa, pero tenerla la tienes. —Termino diciendo. ¿Anclada en el mar o anclada frente a la maldición?
—Parece que sabes más de mi vida que yo, Ari.
—Todo el mundo sabe que Atenea confiere bendiciones por adquirir conocimiento y especialmente por rescatar los mitos reales entre toda la propaganda que nos ha llegado.
—Yo no soy una investigadora.
—Pero discutiste con tu patrón cuando intentó contar una historia falsa. Le llamaste la atención por ser un poco…
—Problemático. Poseidón es problemático, lo sé. Pero tenía que decírselo. Que sabía la verdad. Que Atenea sólo salvó a una pobre muchacha a la que él había… —Un zozobreo nos interrumpe.
Una ola choca contra el lado del barco, haciéndome gritar un poco. Cuando Xenia recobra la compostura, me lanza una mirada de advertencia.
—No quiero seguir hablando del tema.
—La cuestión es que ahí lograste su bendición. Aunque tenías su atención de antes, de cuando lograste la de Poseidón. Incluso es posible que seas la única persona viva que tiene ambas. Y además ambas por el mismo método. Te has hecho bastante famosa, con esta situación, la verdad.
—¿Soy famosa por ser trans?
—Bueno, sí y no. Tu forma de recordar el verdadero mito de Caeneus, reconociendo la historia más LGTB+ del dios y consiguiendo la misma bendición para ti, incluyendo la piel impenetrable, es algo que la gente no iba a callarse fácilmente.
Xenia se queda callada, mirando el horizonte y controlando el barco. Ahí vuelve. Mi maldición. Que alguien me explique por qué a mí. No, cualquier excusa no me vale. Sé por qué soy yo la que está aquí. Lo que no entiendo es por qué esta maldición. Ya podría tocarme una más habitual, ¿no? Perderme en el mar 10 años, que mi esposa (inexistente) matara a mis hijos (inexistentes), convertirme en una constelación (como mi tocaya) una vez acabado mi periplo… Pero no. Es a mí a la que le toca lidiar con la maldición de… Espera. ¿Eso es un mochuelo?
—¿Lo ves? —pregunto, sin girarme, para no perder de vista al ave rapaz y nocturna que nos está guiando a plena luz del día. Tenue luz de un día nublado, pero eso.
—Parece que nos están indicando el camino, finalmente.
—¡Perfecto!
—Pero aquí no hay ninguna isla rodeada de acantilados en la que puedan morir tripulaciones enteras. Tendrás que disculparme, pero tengo que preguntar. Estás segura de que no es una misión maldita, ¿verdad? ¿La típica misión imposible para que nunca puedas volver?
—¡Claro que no!
—Es que es un poco raro.
—¿Raro?
Me giro de la impresión. Sus ojos están clavados en el mar a mi (ahora) espalda, pero ese ceño fruncido indica que no, no me está tomando el pelo.
—Bueno, Ari, eres una sacerdotisa de Perséfone.
—Sí…
—Y estás viniendo a la isla a realizar retos funerarios.
—Exactamente.
—Eso es lo que no entiendo, la verdad, no hay más.
Sabía que esto podría pasar, pero ¿tan cerca del final? ¿Cómo explicar la de mentiras que se han hilvanado alrededor de mi diosa, mintiendo acerca del origen de su nombre, de sus poderes y funciones en el panteón, de la relación con su madre y con las pobres almas abandonadas en una isla perdida? Vuelvo a observar al mochuelo, intentando aclararme. Tristemente, dejaré la mayor parte de la historia fuera.
—Xenia, presta atención, que aquí viene una versión muy resumida: Perséfone es La Destructora, La que trae el Caos. La que, eligiendo por su propio pie y voluntad bajar al Inframundo, decidió quedarse ahí. —Resumir la historia es difícil, pero lo importante es romper las ideas preconcebidas. Ya habrá tiempo para dar los detalles de la verdadera personalidad de la diosa en otro momento—. Cuando su madre fue incapaz de encontrarla, su padre se negó a hacer nada. Y así es como Deméter, la que trae la muerte, abandonó a los humanos y obligó a Zeus a intervenir. Le cambió el nombre a su propia hija, que hasta entonces sólo se había conocido como La Doncella, Koiné, y la obligó a abandonar el Inframundo, aunque temporalmente. Ahora es la diosa de la primavera, como se le obligó, pero también es la Reina del Inframundo, la Innombrable. Y ahora estamos en otoño.
—Entonces… En primavera y verano eres la sacerdotisa de las flores y en otoño e invierno eres la sacerdotisa de los ritos funerarios.
—Es un poco más largo, pero sí.
—Y tus tareas son encontrar cuerpos que nunca recibieron sepultura. Aunque poco tengan que ver con nada.
—¿Perdón? —Debo estar algo distraída observando al mochuelo, porque no entiendo esa frase.
—Ulises no tiene nada que ver con Perséfone.
—¿Ulises? —La risa que se me escapa pega poco, pero es que la situación me supera—. Él fue la causa de su muerte, claro. Pero no estamos aquí por él. Estamos aquí por las sirenas. Dos fieles sirvientas de Deméter, convertidas en mitad ave y maldecidas a morir si alguna vez alguien sobrevivía a su imparable canto, por haber sido incapaces de encontrar a la hija de su señora. Todo a mano de la diosa de la agricultura, la cosecha y la hoz. La madre de la diosa del inframundo. Todo porque al padre de ésta… —Mi frase queda interrumpida por un fuerte trueno, que retumba a nuestro alrededor y entre las olas.
De un momento a otro se desata una tormenta ante nosotras. Truenos, relámpagos, nubarrones negros y vientos cortantes pasan a ocupar todo nuestro entorno. La mirada de Xenia es clara: he hablado de más. Ocupa la mayor parte de su esfuerzo en mantenernos a flote y siguiendo al mochuelo, que sigue guiándonos, en un mar que se obstina en estar tranquilo pese a las condiciones climáticas. Quizá este sea un buen momento para revalorar mi vida y decidir que Zeus se puede ir mucho a la mierda por no dejar que digamos la verdad y que para esto no valía la pena hablar en medios acertijos ni medias tintas.
Parecemos seguir avanzando, pero estoy empapada. El viento y la lluvia me azotan, impidiéndome hacer nada útil, aunque no sé cuánta cosa útil podría hacer. Creo que es posible que esté tiritando, aunque quizá sólo lo parece por culpa de la fuerza del viento. Quién sabe.
Veo a Xenia hablando, pero no entiendo qué dice. De hecho, ni la oigo. Poco a poco voy acercándome, sin fijarme en lo guapa que está incluso tan cansada, mojada y zarandeada. Por qué tenía yo que tener la maldición de Afrodita, me pregunto, mientras me acerco a ella. Señala alrededor y veo como se nos está rompiendo el barco. Aquí termina la misión, supongo. Quizá ella no fue mi maldición. Me coloca delante suyo, cubriéndome con su cuerpo. Justo delante, pegada a ella. Pero así no es como quería yo acabar mis días. Quería poder vivir más, abrazarnos en otras circunstancias…
El sol brilla en mis párpados, obligándome a girarme un poco. Salvo porque no puedo moverme. Abro despacio los ojos, intentando acostumbrarme a la claridad, y observo que estoy siendo apresada por una Xenia dormida. Su respiración mueve el pelo de mi coronilla suavemente y me permito pensar por un momento que por fin se han cumplido mis sueños. Aunque en mis sueños no hay tanto sol. Y no llevo ropa empapada. Y no estoy llena de pequeñas heridas. Y… Mierda. Hemos naufragado.
Intento moverme y entonces Xenia empieza a abrir los ojos, despacio y atontada. Lo de la piel inquebrantable será verdad, porque ella no tiene ningún moratón ni herida. Aprovecho para levantarme y observar el espacio a nuestro alrededor: la arena cubre nuestra pequeña playa, pero soy incapaz de ver más allá.
—Al final, parece que sí que hemos terminado donde no debíamos —comenta.
Antes de que pueda responderle, lo hace el mochuelo. Su ulular sorprende en este sol tan horripilante y me devuelve la esperanza. Volando en círculos, nos indica que hay que subir por las pocas rocas a nuestro alrededor. Y justo detrás, un valle rodeado por lo que quizá, hace más de dos milenios, fueran o parecieran acantilados. Lleno de verde y de flores incluso en esta época del año, la bendición de Perséfone, los huesos dejan pocas dudas. Tengo un ritual que realizar.
FIN
- Este relato forma parte del Reto de Escritura #Origireto2020, organizado por Stiby, de Sólo un capítulo más, y Katty, de La Pluma Azul de KATTY.
- Este relato, de 1696 palabras, corresponde al objetivo principal 3. Escribe una historia centrada en la religión.
- También cuenta con la aparición de la Criatura del Camino (objetivo secundario 2): XI. Sirenas.
- Para esta historia se incluyen los objetos 3, un arcoiris, y 10, arena.
- Objetivos anuales:
- Este relato tiene a dos protagonistas femeninas, dando 3/3 para Rosa Insolente.
- También pasa el test de Bechdel, siendo 3/2 para Sororidad.
- Tiene representación LGB[T]+ o de minorías, siendo 2/3 para Tríada.
- Hay un poco de crítica social así que podría contar para Inconformista, pero me guardo esta para el futuro porque no considero que lo cumpla mucho.
- Es un relato de fantasía, cumpliendo 3/2 para Doble Dragón (2/1 relato de fantasía y 1/1 de cifi).
- Dentro de la fantasía, se ubicaría en la fantasía mítica, cumpliendo 2/6 para mi objetivo personal: Escribir 6 relatos de diferentes subgéneros dentro de la fantasía.
- Podéis encontrar el resto de mis entradas para el #Origireto2020 aquí.