sábado, 29 de febrero de 2020

Intruses (Relato para el #OrigiReto2020)

Intruses


La alarma de intruses interrumpe la reunión del club de lectura, haciendo que los gritos de varias facciones enfrentadas se rompan instantáneamente. El silencio impera en la sala principal de las dependencias privadas de la Emperatriz del Reino de Shinteikoku, pero sólo por un momento: la alarma vuelve a sonar, ahora ya en modo continuo, y cunde el pánico entre las lectoras. Mientras la robótica voz repite insistentemente la retahíla acerca de tomar las armas (les soldades del ejército) y de esconderse en las zonas de alta seguridad (las cortesanas), la Emperatriz Teishi hace llamar a una de sus guardaespaldas.

—Tu tarea es sencilla, Anire. Necesito que logres encontrar un punto de transmisión seguro y que contactes con la Organización de las Naciones Interespaciales. Indícales que vamos a llegar tarde pero no les digas nada del ataque. Explícales que hemos tenido un problema con una ballena estelar, que tendremos que desviarnos por reparaciones y que volveremos a ponernos en contacto con elles en cuanto sepamos cuándo llegaremos siguiendo la nueva ruta.
—Por supuesto, Su Majestad. —Y con estas palabras, Anire desaparece por una de las compuertas de alta seguridad a la izquierda.
—¡Ketsu! Necesito ojos en la intromisión. Saber qué ruta está siguiendo y dónde es mejor interceptarle.
—¡A sus órdenes! Será un momento, Su Majestad. —Ketsu sale por la puerta principal, activando el cierre de alta seguridad a su salida.

Las tres guardaespaldas restantes rápidamente se recolocan en forma de triángulo alrededor de su emperatriz, que está ocupada observando en su dispositivo de control los planos de la nave, así como las características de algunas habitaciones. Justo al levantar la vista vuelve Ketsu, respirando entrecortadamente y con los ojos casi desencajados, pero físicamente íntegra.

—Su Majestad, tengo malas noticias, esto… No es nada que nos pudiéramos haber esperado nunca, es… ¡Una tragedia! Yo… Ella… —La frase se entrecorta, mezcla de la falta de aire y de los sollozos.
—Ya sé quién nos está atacando, Ketsu. Necesito saber: ¿viene hacia aquí? ¿O está yendo a por las cortesanas? ¿O a por les civiles?
—Directamente hacia aquí, Su Majestad… Pero… ¿Cómo…?
—Cuando llegue, dejadme hablar con ella. Os quiero escondidas en la sala de control. Cuando os de la señal, activad el Protocolo RGI.
—Pero, ¡Su Majestad! Es imposible… —insiste Ketsu, pero la Emperatriz la calla con un rápido movimiento de mano.
—Os he dado una orden.

Sola en la habitación, esperando lo inevitable, la Emperatriz vuelve a sentarse en su cojín en el suelo, entre el desorden de libros, cojines y tés a medio beber de su fallida reunión. Se le escapa un mechón de su elaborado tocado, pero por suerte es uno corto cerca de la frente, que recuerda un poco a un flequillo que quizá esté escondido entre trenzas, moñitos, peinetas y otros accesorios. Mientras espera, saca un espejo de mano de la bolsa que pende de su cinto y, con una horquilla escondida hábilmente en el ancho obi que rodea su cintura, vuelve a colocarse el mechón en su sitio. Justo entonces se abre la puerta principal, con la quietud habitual de cuando es abierta con una tarjeta de personal autorizado.

—Os dije que esta nave y esta tripulación no eran una buena idea para un viaje tan largo, Su Majestad. Que en caso de ser atacada, no habría nadie con la habilidad para defenderos —dice la recién llegada, repasando la habitación con la mirilla de su ametralladora láser automática.
—Y tenías razón, por supuesto. Debería haberte traído a ti. Pero ahora que has llegado a mí, ya está bien. Espero que no hayas herido a nadie de la tripulación intentando demostrar tu punto.
—No estoy intentando demostrar nada, Su Majestad. No fue una sugerencia: fue un aviso. —Y con estas palabras, apunta a la Emperatriz.
—A ver, Nagiko. Que no me acabo de caer del árbol. ¿Qué buscas exactamente, para quién y a cambio de qué?
—¿Dónde están tus guardias?
—Las envié a proteger a las cortesanas. Me temía que el ataque fuera por mi vida y, como bien has dicho, me avisaste de que no iba suficientemente protegida. Esperaba poder salvarlas a ellas. —La Emperatriz se levanta, despacio, y se acerca más a Nagiko, aún con el espejo en la mano.
—No tengo nada contra ellas. Ni contra vos. Pero no tengo otra opción. Debo mataros.
—¿Por? ¿Creía que nos llevábamos bien?
—Así es. Habéis sido una buena Emperatriz para el Reino, promoviendo la literatura, el alfabetismo, la cultura, la prosperidad… Y hay gente a la que eso no le gusta. Gente que ha logrado dar con mis padres. Es o ellos o usted.

La pausa posterior es lenta y espesa, mientras la nave sigue avanzando por el espacio infinito, dirección a un sistema aún muy alejado. La alarma sigue sonando, impidiendo que el silencio pese entre ambas contendientes y creando una especie de letanía, de repetición, que llena el fondo de la escena.

—No has matado a nadie, ¿verdad? De mi tripulación, digo —pregunta, finalmente, la Emperatriz.
—No. La mayoría han sido suficientemente inteligentes como para huir de mí.
—Entonces, te mereces mi perdón.
—¿Perdón?
—Nagiko… Tengo algo que enseñarte. Quiero que te tomes tu tiempo.

Antes de permitir más dudas, más preguntas, la Emperatriz levanta rápidamente el espejo, poniéndolo en frente de su oponente. Siendo un espejo de mano, es imposible que el reflejo abarque al completo la figura de Nagiko, pero sí que logra enmarcar su rostro naranja, lleno de cicatrices la mitad de él… Y lleno de metal la otra mitad. Dos de sus tres ojos son cibernéticos, brillando con la luz de los procesadores digitales que transmiten la información al cerebro de la cyborg. La misma que lentamente separa una de sus manos de la ametralladora y coge el espejo, inclinándolo para ver también sus puertos de conexión en el lado izquierdo del cráneo, no rapado si no metálico, y los microchips pegados cual parches a su cuello.

—¿Tengo partes… no orgánicas?
—Sí.
—Pero el resto de mi cuerpo es normal.
—No. La mayor parte de tu cuerpo es artificial, pero está creado para simular un cuerpo orgánico.
—¿Por qué?
—Saber que eras una cyborg te volvía loca. Había que reiniciar tu memoria, y entonces volvías a enloquecer. Esto fue una solución… Aceptable.
—¿Aceptable? ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué me esperabas sola? ¿Qué está pasando, Teishi? —Nagiko rompe el espejo, revelando un hilo de sangre azul de su brazo, y vuelve a empuñar el arma, temblorosamente apuntando a la Emperatriz.
—Teishi no es mi nombre. Es el título. Desde mi tatarabuela, todas las Emperatrices nos llamamos Emperatriz Teishi. Cuando yo era pequeña me llamaban Sadako.
—No. Yo me acuerdo de cuando eras pequeña, yo fui siempre tu guardaespaldas, no la guardaespaldas de la Emperatriz. Hasta que te convertiste en Emperatriz, por supuesto.
—No. —La Emperatriz suspira, levantando las manos—. Eras la guardaespaldas de mi tatarabuela, Teishi, que se convirtió en Emperatriz. Te sometiste voluntariamente al Programa de Reconversión de Guerreras Imperiales, y te convirtió en esto… Cuerpo orgánico con sangre azul, cuerpo artificial con líquido orgánico compatible azul. Pero tocó tus archivos de memoria. La pierdes cada poco tiempo. De hecho, cada vez cada más poco.
—Pero… Mis padres… El holograma…
—Quienes fuera que te chantajearan obviamente accedieron a archivos antiguos y los manipularon. A tus padres los mataron antes de que el chantaje original llegara a tu destino. Fuiste incapaz de siquiera saber que estaban en peligro antes de que fueran vilmente asesinados. Y ahora, como siempre, vas a entrar en shock, en estado de negación. Yo… Lo siento.
—¿Lo sientes?
—Porque ya estás siendo anulada. Tus partes cibernéticas empezarán a apagarse poco a poco, y luego tu conciencia desaparecerá.
—¡No!
—Tu arma ya se ha apagado. Es por tu bien. El último ataque contra mi persona que organizaste fue hace dos meses. Hemos tenido que resetear tu memoria treinta y siete veces desde mi coronación hace una década. Tu mente ya no puede procesar más esta vida eterna, así que voy a dejarte descansar, porque te lo mereces.

Nagiko es incapaz de responder. Su cuerpo cae al suelo, las partes orgánicas volviéndose inútiles, mientras los brillos de control de sus diferentes partes se van apagando, hasta que finalmente desaparece el brillo del último receptor fotónico de sus ojos.



FIN

  • Este relato forma parte del Reto de Escritura #Origireto2020, organizado por Stiby, de Sólo un capítulo más, y Katty, de La Pluma Azul de KATTY.
  • Este relato, de 1381 palabras, corresponde al objetivo principal 6. Narra una historia que suceda en el espacio.
  • También cuenta con la aparición de la Criatura del Camino (objetivo secundario 2): VIII. Alienígenas.
  • Para esta historia se incluyen los objetos 4, una ballena, y 21, Sangre Azul.
  • Objetivos anuales:
    • Este relato tiene a dos protagonistas femeninas, dando 2/3 para Rosa Insolente.
    • También pasa el test de Bechdel, siendo 2/2 para Sororidad.
    • Es un relato de ciencia ficción, cumpliendo 2/2 para Doble Dragón (1/1 relato de fantasía y 1/1 de cifi).
  • Podéis encontrar el resto de mis entradas para el #Origireto2020 aquí.

sábado, 22 de febrero de 2020

Reseña: Señoras que se empotraron hace mucho, de Cristina Domenech




Ficha técnica:

Título: Señoras que se empotraron hace mucho
Autora: Cristina Domenech
Editorial: Plan B
Año de publicación: 2018
Páginas: 224
Género: No ficción, divulgación
Sinopsis:
¿Dónde están las lesbianas en la historia?
Mujeres que se rebelaron contra el matrimonio y rompieron las reglas de etiqueta. Rebeldes, genias, decadentes, artistas... Señoras que, pese a todas las dificultades de su tiempo, se atrevieron a expresar su sexualidad y desafiar a su época.
Este libro, que contempla desde el siglo XVII hasta el siglo XX, explora la historia pública y privada de estas fascinantes mujeres que amaban a otras -Anne Seymour Damer, Anne Lister o Josephine Baker, entre tantas otras-, para visibilizar y sacar a la luz una realidad que nunca debería haber sido secreta.


Reseña:

Cristina Domenech es escritora, profesora universitaria y doctoranda en literatura histórica desde una perspectiva queer. Con un Grado y un Máster en Estudios Ingleses a su espalda, su andadura con las Señoras que se empotaron hace mucho se inició en su Twitter, donde adquirió seguidores y fama gracias a sus hilos, precisamente, sobre éstas. Fue entonces cuando, finalmente, recopiló esos hilos en este libro, al que terminó añadiendo un 25% de contenido inédito.

Siendo alguien que había leído ya los hilos originales, estaba segura de qué me encontraría en el libro: no-ficción histórica sobre señoras del colectivo LGTB+, contadas con mucho humor, frescura y cuidado a los detalles. Historias reales, pero sin la pesadez habitual de los libros académicos, que se escriben intencionalmente de forma difícil de seguir y con mucha densidad de contenidos. Señoras que se empotraron hace mucho es un libro fresco que, si bien da mucha información a le lectore, siempre lo hace de una forma que es fácil absober los conocimientos y disfrutar de la lectura. Probablemente sea por eso que ya ha entrado en la 5a tirada.

Además de la maravillosa forma en la que se comparte la información, Señoras que se empotraron hace mucho destaca también por la importancia de su contenido. Tal como ya dijo su autora, Cristina Domenech, en esta entrevista, es extremadamente importante recuperar toda esa historia que fue enterrada a propósito y recordar a estas personas y a su importancia para con nuestra historia. Y, además, la selección de historias y mujeres es impecable: abarcando varios siglos, cuenta con mujeres de varias etnias, culturas, clases sociales, profesiones e identidades sexuales, sacando a la luz no sólo a lesbianas si no también a mujeres bisexuales a la luz. Y, en el proceso, nos recuerda lo importantes que fueron algunas de estas mujeres para las sociedades de su tiempo e incluso para algunos acontecimientos históricos importantes. Por ello, lo considero un libro de divulgación LGTB+ y feminista que todo el mundo debería leer.

Y vosotres, ¿lo habéis leído? ¿Qué opináis?